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El embargo
Posted by Juan Manuel Vargas Vega
on
2.12.13
in
Relato corto
- ¡Joder, joder!, ¿Qué es esto?, estoy sudando ¡joder!
Me levanto mareado por el sueño dando
trompicones y sin encender la luz abro el armario, trasteando en los cajones buscando
otra camiseta, voy al baño, llevo la camiseta pegada al cuerpo y el cuello está
empapado, también tengo el pelo húmedo. Estoy muy confuso por el sueño pero
ahora caigo que me he despertado con una pesadilla que me cuesta recordar, ¿por
qué ocurrirá eso si acabo de soñarlo?, alguna vez me he preguntado cual sería
el resultado si fuéramos capaces de recordar todos nuestros sueños y los
escribiéramos antes de olvidarlos, a lo mejor en poco tiempo tendríamos un magnífico
libro de fantasía.
Mientras orino recuerdo lo que
me ocurrió este pasado mediodía cuando volvía del Banco, en la calle de abajo a
la puerta de una de las casas estaba el camión de Mudanzas Peláez, estaban
cargando el camión con los muebles y no paraban de entrar y salir operarios de
la casa con las cajas de cartón posiblemente llena de enseres. Delante del camión
también estaba medio subido sobre la acera el coche familiar con el maletero
abierto que mostraba también algunas cajas. Con este pensamiento me he echado
en el sofá del salón a oscuras. Ahora me doy cuenta que pasé despacio y recuerdo
lo que vi en ese momento casi con detalle. En la quietud y el silencio de la
noche me es más fácil recordar, lo revivo como si lo estuviera viendo a cámara
lenta, observando cada hecho, cada persona y cada cosa que ocurrió. Era sobre
las tres de la tarde, antes de llegar había parado un momento a la entrada de la calle para echar
una avispa que se había colado por la ventanilla del coche, no fue fácil
persuadirla de que debía salir por alguna de las puertas abiertas, ya desde
lejos vi el camión, me llamó la atención, me acerqué a poca velocidad, el
camión estaba casi lleno de muebles, al final había quedado hueco para unas
ocho o diez cajas que apilaban los operarios. Entre el camión y el coche uno de
los operarios que debía ser el encargado hablaba con el dueño de la casa, que
tenía mala cara, lo vi muy demacrado, con ojeras negras y los ojos enrojecidos y con cara de
preocupación, por lo que pude oír, este le preguntaba al del camión si cabrían
el resto de cajas, le contestó que no, que quedaban seis cajas mas que no
entraban. La mujer, a la que conocía, habitualmente es muy risueña, estaba
seria y también tenía cara de preocupación, estaba despeinada, su aspecto me
pareció descuidado. Con ayuda de la otra que no conozco habían metido en el
maletero del coche dos cajas y se disponían a meter otra.
Tuve que parar para que pasara
el operario con la carretilla hasta el camión, al marido que ya había terminado
la conversación con el encargado, le observé y le vi con grandes bolsas en los
ojos y con cara de desesperación se pasaba la mano por la cabeza hasta el
cuello y no llegué a entender lo que dijo con exactitud pero por el tono y la
crispación con que lo hizo sonó a maldición.
En esta corta parada también vi
a los niños, un varón de unos 6 y una niña de 4 llorando a todo meter y con los
mocos caídos, estaban sentados en el escalón del porche junto a una bici
apoyada contra la pared y una caja con algunos juguetes entre los que se veía
una muñeca con el pelo revuelto. El niño con los ojos abiertos como platos,
observándolo todo muy serio, parecía alerta, sin perderse ni un detalle, al
mismo tiempo atento a la conversación de su padre con el del camión, al
operario de la carretilla de color amarillo, a su madre cargando la caja y lo
que hablaba con la otra que no pude oír, miraba a su hermana y la consolaba
acariciándole el pelo, también cruzó la mirada conmigo, durante un larguísimo
medio segundo mantuvo su mirada con la mía, también a mi me analizó.
Me vio llegar y me miró un breve
instante con gran intensidad, nos conocíamos desde hacía bastante tiempo
incluso hubo algo entre nosotros hace siete años, como una muda me habló pero sin
articular sonido, entendí que la esperara al doblar la esquina, luego le dijo
algo acercándose al oído a su amiga que me miró y se fue para dentro de la
casa, al dar la curva me paré y enseguida llegó, abrió la puerta y se sentó, solo
dijo un tímido ¡hola!, me miró fijamente con sus grandes ojos sin decir nada
durante tres o cuatro segundos, en ese corto espacio de tiempo bajo su mirada
reviví mi relación con ella como un relámpago. Me dijo que tenían problemas
económicos, se marchaba lejos, a otro lugar, que ya no volvería nunca, al final
habíamos quedado amigos, había una gran complicidad entre nosotros, esa mirada
de ella ya la conocía, era la mirada de “esto ya no tiene arreglo, se ha
acabado”, hace años que no estaba tan cerca de ella como ahora, a pesar de
estar despeinada me pareció tan atractiva e interesante como siempre, habló de
forma apresurada y muy nerviosa, me miró profundamente, me dijo adiós, me dio
un inesperado abrazo, me besó y salió corriendo, me dejó de una pieza sin saber
cómo reaccionar, bajé a cerrar su puerta y me asomé a la esquina para verla por
última vez, la vi junto a su amiga limpiándose las lágrimas de los ojos. Estos
recuerdos me han hecho sentir un escalofrío que me ha recorrido el cuerpo de
extremo a extremo, me he tapado con una manta del sofá.
Tendría que dejar de fumar de
una vez por todas, pensando en todo esto me he espabilado y no puedo aguantar
las ganas, liado en la manta me voy al patio a echar un cigarrillo. No se
mudaban voluntariamente, ¿estaban salvando los muebles y enseres y se marchaban
por un embargo?, las palabras de ella fueron problemas económicos pero no habló
de embargo, es solo una suposición pero no se les veía alegres como cuando una
familia cambia de casa, había un drama detrás de todo esto. Entre el sonido de
los grillos voy engranando mis pensamientos, me acaba de dar un flash y he
recordado algo que vi hace unas dos semanas atrás, a lo mejor no tiene nada que
ver con esta historia. Al pasar al mediodía, alguien de la casa acababa de
salir y estaba abriendo el buzón, hacía mucho viento, al abrirlo la chica miró instintivamente
hacia la derecha al oír un fuerte ruido de unos albañiles al descargar unos
escombros en un contenedor en una casa de al lado que estaba en obras, del buzón
cayó una carta al suelo que arrastró el viento en sentido contrario al que ella
miraba. Pasé y no miré por el retrovisor por lo que no se si la chica salió
corriendo detrás de la carta para recuperarla o ni siquiera se dio cuenta y se
perdió definitivamente. ¿Sería algo importante, un último aviso de pago?
Que curioso es como funciona el
cerebro humano, vas viendo que ocurren cosas y en ningún momento piensas que
tienen relación unas con otras, van quedando almacenadas en nuestra memoria y
en un instante ves algo nuevo que ha ocurrido que actúa como un detonante y
rápidamente se van encajando todas las piezas del puzle, unas veces evidentes y
otras como estas de ahora que son meras suposiciones. Ahora, para mi todo es más
que evidente, aunque desconozco los detalles. En los últimos meses he visto al
propietario de la casa, su marido, ir
varias veces a mi Banco a hablar con el Director, pero no sé nada mas, no debo
olvidar hablar mañana con mi compañero que lleva el asunto de los protestos por
impago y los embargos para indagar sobre
este asunto, siento curiosidad de saber que ha ocurrido.
-¡Eh! Mateo, quería hablar
contigo, ¿tienes un momento?
-No, ahora no puedo, tengo una
cita con el Jefe de Personal, como sabes tengo la edad para acogerme el ERE y
me han llamado para informarme de las condiciones e intentar convencerme para
que me adhiera, luego hablamos.
- Busca en la base de datos de
clientes y te dirá el número de expediente que luego puedes buscar en ese
archivador, sírvete tu mismo.
Me puse a buscar, conocía los
apellidos tanto de él como los de ella con lo que no sería difícil, me costó
poco tiempo, enseguida entré en la base de datos y efectivamente había un
embargo, lamentablemente había acertado, tomé nota del expediente y lo
localicé, había un montón de documentación que no tuve tiempo de leer durante
la mañana, por la tarde fui de nuevo a la oficina y terminé de leer y analizar
todos los documentos hasta llegar al final, al embargo. Se les había notificado
y no habían esperado al último minuto, habían recogido lo que tenían y se
marcharon. Según el expediente el Banco ya tenía posibles clientes para vender
la casa a partir de la semana siguiente. Es duro ver como la gente pierde su
vivienda y muy frio como se pone a la venta al día siguiente, sin más.
Me fui a casa pensativo, dándole
vueltas en mi cabeza a todo lo ocurrido, llegando de nuevo a la casa embargada
vi que estaba abierta y en la puerta había una furgoneta, sin pensarlo paré el
coche y corrí hasta la puerta, me asomé, había unas personas terminando de
recoger unas alfombras y desmontando unas cortinas, les pregunté si conocían la
dirección a donde habían ido a vivir los anteriores propietarios y si conocían
a Joanna Moura que así se llamaba ella, me contestaron que no sabían nada, eran
empleados de una empresa contratada para recoger lo que quedaba y nada más.
Salí, tomé un papel y comencé a anotar el teléfono que aparecía en la furgoneta, antes de terminar de escribirlo paré y rompí el papel, lo tiré y me subí en el coche, me quedé un rato pensativo sin saber que hacer ni a donde ir, pensé en Joanna, pensé mucho en ella, hasta aquel momento a pesar del tiempo pasado no me di cuenta de cuanto me provocaba. Se había marchado y no sé si puedo y debo localizarla, no sé que haré mañana, tengo que pensarlo para no equivocarme, hoy no haré nada, me siento sicológicamente agotado. La noche llegó enredada entre estos pensamientos. Arranqué y pasé de largo mi casa con intención de buscar algún sitio donde emborracharme y perder la memoria.
Salí, tomé un papel y comencé a anotar el teléfono que aparecía en la furgoneta, antes de terminar de escribirlo paré y rompí el papel, lo tiré y me subí en el coche, me quedé un rato pensativo sin saber que hacer ni a donde ir, pensé en Joanna, pensé mucho en ella, hasta aquel momento a pesar del tiempo pasado no me di cuenta de cuanto me provocaba. Se había marchado y no sé si puedo y debo localizarla, no sé que haré mañana, tengo que pensarlo para no equivocarme, hoy no haré nada, me siento sicológicamente agotado. La noche llegó enredada entre estos pensamientos. Arranqué y pasé de largo mi casa con intención de buscar algún sitio donde emborracharme y perder la memoria.